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Oymyakon, la ciudad más fría del planeta
Agua y ajo :: CLIMA :: CLIMA
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Oymyakon, la ciudad más fría del planeta
Oymyakon, la ciudad más fría del planeta
La vida en la ciudad siberiana de Oymyakon es muy particular. La leche se reparte en estado sólido, en lugar de agua corriente se utilizan bloques de hielo y los escolares asisten a clases sólo si la temperatura no baja de los 52 grados bajo cero. Sin dudas, Oymyakon tiene muy bien ganado el título de la ciudad más fría del mundo.
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link: http://www.videos-star.com/watch.php?video=J9j2x9nQGJI&e
En esta pequeña ciudad ubicada a cinco mil kilómetros de Moscú, en la república de Yakutia, viven 2300 sufridos habitantes que resisten con tenacidad los fríos más extremos. El récord histórico se registró en 1926, cuando el termómetro marcó una temperatura de -72.1 grados Celsius. Y de hecho, durante los largos nueve meses de invierno en Oymyakon, es muy frecuente que el tiempo se mantenga alrededor de los 60 grados bajo cero.
El frío suele ser tan intenso que, tal como podemos ver en el video que acompaña a este artículo, si se arroja al aire un jarro con agua hirviendo, ésta cae al suelo totalmente congelada.
El nombre Oymyakon significa “agua que no se congela” y obedece a la presencia de una fuente de aguas termales cercana que resultó ideal para la instalación de la ciudad. Además, Oymyakon se encuentra en un valle rodeado de enormes montañas que detienen el viento por completo, haciendo así que las bajísimas temperaturas resulten relativamente soportables y que en el breve verano se alcancen valores de hasta 35 grados de calor.
Lo que hasta principios del siglo XX no era más que un lugar de crianza de renos, con el apogeo del régimen soviético se convirtió en una ciudad muy bien provista, ya que las montañas de la región son sumamente ricas en oro, plata, platino y otros metales preciosos. Sin embargo, casi nada queda para la ciudad de esa riqueza mineral, y la mayoría de los pobladores de Oymyakon se encuentran apenas por encima del límite de pobreza.
Por otra parte, con la caída del comunismo el interés por ese remoto enclave siberiano disminuyó notablemente, y ahora la ciudad de Oymyakon sobrevive sólo gracias a sus recursos locales (en especial, ganadería, caza y pesca) y por haberse convertido en un centro turístico para aventureros y excéntricos.
Para llegar hasta Oymyakon se debe recorrer la “autopista” de Kolyma, una carretera hecha construir por Stalin utilizando como mano de obra a condenados y presos políticos. Miles de ellos sucumbieron durante la durísima construcción y fueron enterrados bajo el pavimento; desde entonces se la conoce como “la carretera de los huesos“. Durante el invierno la nieve sobre la ruta es tan espesa que muchos camiones terminan literalmente enterrados bajo la nieve, y en verano la ruta se transforma en un lodazal en donde resulta muy frecuente empantanarse.
Los vehículos que llegan a Oymyakon deben estar especialmente equipados con cristales dobles para impedir el ingreso del aire helado al habitáculo; y los motores deben permanecer en marcha durante todo el tiempo, ya que de lo contrario el combustible se congela casi instantáneamente. Los conductores de Oymyakon suelen encender una hoguera bajo los motores de sus vehículos para poder conseguir que arranquen cada día.
Las construcciones son muy sencillas; cabañas de madera muy bien aisladas del frío exterior. A un lado de la entrada se apilan los bloques de leña para las estufas, y del otro se colocan los bloques de hielo que se utilizan en lugar del agua corriente, ya que las cañerías reventarían con el agua helada. Esto impide también que se puedan instalar baños dentro de las casas, y por lo tanto se debe a recurrir a letrinas que se encuentran a algunos metros de distancia de cada vivienda.
El ingreso al hogar se efectúa a través de una antecámara en la que se guardan los alimentos que desean conservarse congelados; un verdadero freezer natural. Los habitantes se cubren de pies a cabeza con varias capas de abrigos hechos con pieles de reno y otros animales, ya que los tejidos sintéticos, además de resultar muy caros, han demostrado ser ineficaces para poder resistir el frío de Oymyakon.
Para pescar es necesario hacer un pozo hasta llegar al agua del río, que corre a gran velocidad y gracias a ello mantiene su estado líquido. Los peces, al ser retirados del agua por los pescadores, se congelan en apenas veinte segundos. Las vacas sólo dan leche entre los meses de junio a octubre; el resto del tiempo, el frío extremo impide el ordeñe y sus ubres deben ser cubiertas con fundas de cuero para que no se dañen. Así que en ese lapso se extrae toda la leche posible de las vacas, que luego es congelada y distribuida en trozos sólidos durante el resto del año.
Los animales de la zona se han adaptado a las inclemencias del tiempo; los caballos de Oymyakon, muy robustos, de patas cortas y espeso pelaje, han sido utilizados en numerosas expediciones polares. Son caballos semisalvajes que casi no aceptan ser montados; se los usa como bestias de carga, y su carne también es muy apreciada por los lugareños, que comen muy pocos vegetales ya que la mayor parte de las frutas y verduras se arruinan con tan bajas temperaturas.
En un pueblo tan pequeño las posibilidades de diversión son escasas. Todos los años se celebra el Festival del Polo de Frío, en donde el vodka corre a raudales. El alcohol, además de mantener calientes los cuerpos de los ciudadanos de Oymyakon, también contribuye a que la tasa de criminalidad sea más alta de lo aconsejable. Por otra parte, la mortalidad infantil también resulta alarmante; muchas mujeres de Oymyakon dan a luz hasta 18 hijos, de los cuales muy pocos llegan a la edad adulta.
Sin embargo, a pesar de las rigurosas condiciones, durante la era soviética el valle de Oymyakon era famoso porque allí vivían muchas de las personas más longevas del país. Un buen número de sus ancianos superaban el centenar de años de edad. Por el contrario, los jóvenes prefieren buscar horizontes más propicios y tratan de marcharse a otras ciudades más populosas y animadas, cuando les resulta posible.
Para conocer más sobre esta increíble ciudad, les recomendamos leer el artículo publicado a principios de este año en el diario El País de España, redactado por Andreas Albes, un corresponsal que visitó Oymyakon en pleno invierno y que ha escrito un relato asombroso de la ciudad, su historia y sus peculiares habitantes.
FUENTE
La vida en la ciudad siberiana de Oymyakon es muy particular. La leche se reparte en estado sólido, en lugar de agua corriente se utilizan bloques de hielo y los escolares asisten a clases sólo si la temperatura no baja de los 52 grados bajo cero. Sin dudas, Oymyakon tiene muy bien ganado el título de la ciudad más fría del mundo.
[swf=https://www.youtube.com/v/J9j2x9nQGJI&e]
link: http://www.videos-star.com/watch.php?video=J9j2x9nQGJI&e
En esta pequeña ciudad ubicada a cinco mil kilómetros de Moscú, en la república de Yakutia, viven 2300 sufridos habitantes que resisten con tenacidad los fríos más extremos. El récord histórico se registró en 1926, cuando el termómetro marcó una temperatura de -72.1 grados Celsius. Y de hecho, durante los largos nueve meses de invierno en Oymyakon, es muy frecuente que el tiempo se mantenga alrededor de los 60 grados bajo cero.
El frío suele ser tan intenso que, tal como podemos ver en el video que acompaña a este artículo, si se arroja al aire un jarro con agua hirviendo, ésta cae al suelo totalmente congelada.
El nombre Oymyakon significa “agua que no se congela” y obedece a la presencia de una fuente de aguas termales cercana que resultó ideal para la instalación de la ciudad. Además, Oymyakon se encuentra en un valle rodeado de enormes montañas que detienen el viento por completo, haciendo así que las bajísimas temperaturas resulten relativamente soportables y que en el breve verano se alcancen valores de hasta 35 grados de calor.
Lo que hasta principios del siglo XX no era más que un lugar de crianza de renos, con el apogeo del régimen soviético se convirtió en una ciudad muy bien provista, ya que las montañas de la región son sumamente ricas en oro, plata, platino y otros metales preciosos. Sin embargo, casi nada queda para la ciudad de esa riqueza mineral, y la mayoría de los pobladores de Oymyakon se encuentran apenas por encima del límite de pobreza.
Por otra parte, con la caída del comunismo el interés por ese remoto enclave siberiano disminuyó notablemente, y ahora la ciudad de Oymyakon sobrevive sólo gracias a sus recursos locales (en especial, ganadería, caza y pesca) y por haberse convertido en un centro turístico para aventureros y excéntricos.
Para llegar hasta Oymyakon se debe recorrer la “autopista” de Kolyma, una carretera hecha construir por Stalin utilizando como mano de obra a condenados y presos políticos. Miles de ellos sucumbieron durante la durísima construcción y fueron enterrados bajo el pavimento; desde entonces se la conoce como “la carretera de los huesos“. Durante el invierno la nieve sobre la ruta es tan espesa que muchos camiones terminan literalmente enterrados bajo la nieve, y en verano la ruta se transforma en un lodazal en donde resulta muy frecuente empantanarse.
Los vehículos que llegan a Oymyakon deben estar especialmente equipados con cristales dobles para impedir el ingreso del aire helado al habitáculo; y los motores deben permanecer en marcha durante todo el tiempo, ya que de lo contrario el combustible se congela casi instantáneamente. Los conductores de Oymyakon suelen encender una hoguera bajo los motores de sus vehículos para poder conseguir que arranquen cada día.
Las construcciones son muy sencillas; cabañas de madera muy bien aisladas del frío exterior. A un lado de la entrada se apilan los bloques de leña para las estufas, y del otro se colocan los bloques de hielo que se utilizan en lugar del agua corriente, ya que las cañerías reventarían con el agua helada. Esto impide también que se puedan instalar baños dentro de las casas, y por lo tanto se debe a recurrir a letrinas que se encuentran a algunos metros de distancia de cada vivienda.
El ingreso al hogar se efectúa a través de una antecámara en la que se guardan los alimentos que desean conservarse congelados; un verdadero freezer natural. Los habitantes se cubren de pies a cabeza con varias capas de abrigos hechos con pieles de reno y otros animales, ya que los tejidos sintéticos, además de resultar muy caros, han demostrado ser ineficaces para poder resistir el frío de Oymyakon.
Para pescar es necesario hacer un pozo hasta llegar al agua del río, que corre a gran velocidad y gracias a ello mantiene su estado líquido. Los peces, al ser retirados del agua por los pescadores, se congelan en apenas veinte segundos. Las vacas sólo dan leche entre los meses de junio a octubre; el resto del tiempo, el frío extremo impide el ordeñe y sus ubres deben ser cubiertas con fundas de cuero para que no se dañen. Así que en ese lapso se extrae toda la leche posible de las vacas, que luego es congelada y distribuida en trozos sólidos durante el resto del año.
Los animales de la zona se han adaptado a las inclemencias del tiempo; los caballos de Oymyakon, muy robustos, de patas cortas y espeso pelaje, han sido utilizados en numerosas expediciones polares. Son caballos semisalvajes que casi no aceptan ser montados; se los usa como bestias de carga, y su carne también es muy apreciada por los lugareños, que comen muy pocos vegetales ya que la mayor parte de las frutas y verduras se arruinan con tan bajas temperaturas.
En un pueblo tan pequeño las posibilidades de diversión son escasas. Todos los años se celebra el Festival del Polo de Frío, en donde el vodka corre a raudales. El alcohol, además de mantener calientes los cuerpos de los ciudadanos de Oymyakon, también contribuye a que la tasa de criminalidad sea más alta de lo aconsejable. Por otra parte, la mortalidad infantil también resulta alarmante; muchas mujeres de Oymyakon dan a luz hasta 18 hijos, de los cuales muy pocos llegan a la edad adulta.
Sin embargo, a pesar de las rigurosas condiciones, durante la era soviética el valle de Oymyakon era famoso porque allí vivían muchas de las personas más longevas del país. Un buen número de sus ancianos superaban el centenar de años de edad. Por el contrario, los jóvenes prefieren buscar horizontes más propicios y tratan de marcharse a otras ciudades más populosas y animadas, cuando les resulta posible.
Para conocer más sobre esta increíble ciudad, les recomendamos leer el artículo publicado a principios de este año en el diario El País de España, redactado por Andreas Albes, un corresponsal que visitó Oymyakon en pleno invierno y que ha escrito un relato asombroso de la ciudad, su historia y sus peculiares habitantes.
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